INCENDIOS. Francisco Glez-Riancho Colongues
Todos estamos viendo horrorizados los que está sucediendo en nuestro país, especialmente en la zona nordeste, Zamora, León, Orense?. y quisiera dar una serie de pinceladas al respecto.

Todos estamos viendo horrorizados los que está sucediendo en nuestro país, especialmente en la zona nordeste, Zamora, León, Orense?. y quisiera dar una serie de pinceladas al respecto.
Hay una serie de cuestiones que influyen y provocan esto, las cuales voy a intentar enumerar.
- El cambio climático. Indudablemente influye, pese a que los negacionistas estén en contra, es evidente que el tiempo ha cambiado.
- Las olas de calor. Por supuesto, las saltas temperaturas, unidas a los fuertes vientos, avivan los fuegos exponencialmente.
- Las imprudencias que cometemos al hacer fuegos como barbacoas, tirar colillas encendidas o trabajar con maquinaria que puede provocar chispas.
- Los pirómanos, enfermos que no ven más allá del daño que pueden hacer en las personas y en las cosas.
- Los bajísimos salarios que tiene el personal contraincendios, 1.200 euros mensuales, vergonzoso. Esto hace que, en algún caso muy específico, sean las mismas personas de estas cuadrillas, las que provocan los incendios para cobrar más.
- La mala prevención, como la limpieza de los montes. Quizá esta podría ser una buena labor para parados e incluso migrantes.
- La política, pues en muchos casos no les está permitido a los lugareños a limpiar o desbrozar dichos montes.
- La quema descontrolada de rastrojos en momentos con vientos fuertes.
- Bajas penas para los pirómanos, esto es un tema también a solucionar, habría que dar fuertes escarmientos a los culpables.
En fin, estas son a priori las principales causas a mi entender, aunque no descarto que puede haber otras muchas que se me escapen. Si haces una mezcla de ellas, el incendio está servido.
Quizás para solucionar alguno de estos puntos, es por donde se debería empezar, dejando a un lado las disputas políticas.
He oído que, en zonas de Soria, Burgos y otros lugares, los propios lugareños explotan la madera de sus montes y obtienen un beneficio por ello. Allí no hay prácticamente incendios, porque es Güemes/Meruelo, allí son socios cooperativistas de los montes los que también los cuidan.
Yo personalmente estoy horrorizado y cabreado por la lucha entre los diferentes partidos políticos. Cada vez que veo el la TV imágenes de un incendio, dan ganas de llorar, viendo animales calcinados, masas forestales arrasadas, pueblos destruidos, incluso pérdida de vidas humanas, no sé por qué los pirómanos no ven todo esto.
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Comentarios(1):
Es cada vez más evidente que el llamado “Estado de las Autonomías” en España, lejos de ser un mecanismo de cohesión territorial y eficiencia administrativa, se ha convertido en un auténtico caos. Esta fragmentación, que en teoría debía acercar la gestión a los ciudadanos y respetar la diversidad regional, demuestra en la práctica sus carencias más graves cada vez que el país afronta una situación límite. Los recientes desastres —la DANA que ha dejado incomunicadas a comunidades enteras, los grandes apagones en infraestructuras críticas o los incendios forestales descontrolados— han puesto de relieve lo mismo: la falta de coordinación real entre administraciones autonómicas y el Estado. Cada comunidad actúa según sus competencias, sus recursos y en ocasiones incluso sus propios criterios políticos, sin que exista una dirección clara ni una respuesta unificada. Este mosaico de normas, protocolos y velocidades distintas desemboca en retrasos, duplicidades y, en definitiva, en que los ciudadanos queden desprotegidos en los momentos de mayor vulnerabilidad. El Estado de las Autonomías ha fomentado una dinámica de compartimentos estancos: carreteras, sanidad, emergencias, incluso la gestión de presas o montes... todo dividido, todo disperso, todo sometido a rivalidades territoriales. Cuando llega la catástrofe, el resultado es tan previsible como trágico: mensajes contradictorios, recursos que no se movilizan a tiempo y una sensación desesperante de vivir en un país donde la geografía política pesa más que las necesidades de quienes sufren las consecuencias. Es lógico reconocer que la descentralización tiene ventajas, como la cercanía institucional al ciudadano o la capacidad de adaptar políticas a realidades distintas. Pero también es honesto afirmar que, ante crisis de alcance nacional, este modelo se muestra débil, desarticulado y, en algunos casos, directamente inoperante. A nadie debería sorprender que gran parte de la ciudadanía perciba que el Estado de las Autonomías ya no responde a los desafíos del presente. En definitiva, lo ocurrido en los últimos meses demuestra que cuando España necesita actuar como un país único, se comporta como una suma de reinos de taifas incapaces de coordinarse. Y esa es, precisamente, la mayor debilidad de un sistema que nació con vocación de modernizar y unir, pero que hoy transmite cada vez más la sensación de fragmentación y caos.