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Opinión 08-09-2025 06:44

EL ERROR DE LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS EN EL SIGLO XVIII Por Juan Goti Ordeñana Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid

La decadencia de España comenzó en el siglo XVIII, en el siglo de las Luces, cuando los Borbones quisieron borrar las huellas de la brillante historia anterior, para introducirnos en el afrancesamiento, olvidando los grandes siglos del saber y la cultura que se había iniciado España. Siglos gloriosos que dieron las ideas para llegar a la Ilustración que siguió en los países europeos.

 

La decadencia de España comenzó en el siglo XVIII, en el siglo de las Luces, cuando los Borbones quisieron borrar las huellas de la brillante historia anterior, para introducirnos en el afrancesamiento, olvidando los grandes siglos del saber y la cultura que se había iniciado España. Siglos gloriosos que dieron las ideas para llegar a la Ilustración que siguió en los países europeos. De modo que, la Ilustración fue continuación de la labor de nuestros científicos, pues como dice Zubiri, la filosofía alemana no se entiende si no se tiene en cuenta la obra de Francisco Suárez, ya que: «Es ya archisabido que las Disputationes de Suárez sirvieron de texto oficial de casi todas universidades alemanas».

Y no sólo fue a nivel de las grandes escuelas filosóficas, sino que, también, la enseñanza humanística fue fruto de la forma de educación que iniciaron en el siglo XVI los jesuitas con sus «Colegios menores». Pero en este tiempo, cuando los gobiernos españoles se calificaban de ilustrados, una real orden de Carlos III hundió la enseñanza y, como consecuencia, el continente hispano de América. La formación humanística, que, llegó hasta nosotros en los estudios de bachillerato, comenzó con los estudios generales en las «Colegios menores» de los jesuitas. Enseñanza que tuvo gran éxito, al ser solicitado por todos los países de Europa, por lo que así se extendió la «Ratio Studiorum et institutio Societatis Jesu». Estos estudios que enseñaron la cultura humanista, fueron suprimidos en España por la real orden de Carlos III, con lo que se abrió un periodo de vacío en la enseñanza.

Y lo que fue una maniobra estratégica del rey Carlos III terminó con la enseñanza no sólo en España, sino, sobre todo, en América latina, y no sólo con la formación humanística, sino, también, con las universidades, ya que gran parte de los profesores eran jesuitas. Esta fue la ocasión para que estudiantes de América vinieran a las universidades inglesas y francesas, y volvieran con la idea de subvertir la organización social que tenían. Los ingleses soñaban, desde antiguo, ocupar con sus mercancías aquellas tierras, y ésta fue la ocasión, después de muchos fracasos de romper la unidad de la América hispana. Además, en esta materia les ayudó Carlos III, que, en este tiempo, acordó rebajar los aranceles a un 4%, con lo que entró con fuerza la producción inglesa, y mató la industria de los países americanos, que era más simple. De modo que en este tiempo no sólo el rey español hundió la enseñanza en aquellos países, sino que también la industria. ¡Como para tanto homenaje a Carlos III!

Esta enseñanza de los «Colegios menores», se olvidó hasta que en la revolución francesa Nicolás de Condorcet elaboró el proyecto de la organización general de la instrucción pública, quien, como alumno que había sido de los «Colegios menores» jesuíticas, estableció la formación humanística que en ellos se daba, y que asumida posteriormente por España, en lo que hemos conocido como bachillerato, y ha durado hasta nuestros tiempos, cuando el gobierno socialista la ha suprimido, y promovido la falta de cultura. Esta enseñanza había sido el espolón de proa de la revolución educativa, que se había desarrollado silenciosamente durante dos siglos, y que había preparado la población para la cultura que se ha desarrollado en Europa.

La labor de educación de la juventud que se había hecho, elevó la cultura de Europa de forma que toda la Ilustración, como decía Zubiri, y reconoce Descartes, se debe a esta enseñanza que habían iniciado y desplegado los jesuitas por toda Europa. De forma que la orden jesuita suponía una élite que producía envidia, sobre todo, cuando ciertas ideologías procedentes de las logias masónicas pugnaron por ignorar al Dios cristiano, y para ello debían cerrar los centros de enseñanza que durante dos siglos habían elevado la cultura europea. Era un atávico rencor del mundo del norte que se había separado de Roma, y había creado una leyenda negra contra el catolicismo. La sabiduría y preparación científica cristiana, despertaba recelos en quienes exigían «creer en la Ciencia», no en Dios. La ola de la Ilustración fue tan fuerte que llegó a conseguir del papa Clemente XIV, en 1773, la supresión de los jesuitas a petición de los Borbones de España, Francia y Nápoles, pero se mantuvieron gracias a la protección de Catalina la Grande de Rusia, hasta su restauración por el papa Pío VII en 1814.

Su expulsión fue nefasta para España, y especialmente para el futuro de la América hispana. Por una parte, con este motivo fue invadido esta región por la industria inglesa, que llegó a aniquilar la del país, por otra los jóvenes vinieron a estudiar a Inglaterra y Francia, donde se embebieron del odio que en esos países siempre se había manifestado contra lo hispano, y llevaron a aquel continente la idea revolucionaria que había promovido la Revolución francesa. El resultado es bien conocido Miranda, Santander, Bolivar y Sanmartín soliviantaron a los pueblos, siguiendo programas europeos revolucionarios programados en Inglaterra, y destruyeron la gran creación de España en aquel continente. Y mientras en el Norte trece colonias divididas formaron una gran nación, la América hispana que era una unidad organizada, se destruyó dividiéndose en 20 naciones, en constante decadencia.

La transcendencia geopolítica que supuso la expulsión de los jesuitas, por la orden de Carlos III, no se ha valorado. Por una parte, fue causa del hundimiento del Imperio español, y por otra de la creación del complejo de inferioridad de los españoles que hasta estos tiempos no se ha superado. En cuanto al complejo de inferioridad, se empezó a mirar a Francia, de modo que toda la cultura de ese siglo se afrancesó, con olvido de la gran riqueza española de su siglo de oro; luego se creyó que el dominio de los mares era de Inglaterra y se llegó a admirar su política y sus investigaciones; más tarde se admiró la fuerza industrial que surgió en Alemania, mientras todo lo español se denigraba. Complejo que dura en nuestra sociedad como se ve en la admiración que tenemos de todos lo extranjero y olvido de nuestra tradición, a pesar de que fue la que inició el florecimiento de la cultura europea con sus estudios literarios, políticos y económicos del siglo XVI.

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